Sobre la percepción: el LSD produce efectos principalmente en la percepción visual y auditiva, siendo frecuentes las sinestesias entre ambos sentidos (ver un sonido u oír un color). Si dichas interferencias sensoriales se producen sobre los recuerdos o evocaciones nos encontramos con sinestesias ecmnésicas (Solé 1989). Sin llegar a las sinestesias son también comunes los cambios en la forma, color y brillo de los objetos pudiendo llegar a auténticas alucinaciones. Efectos psicológicos: se incrementa la labilidad emocional y los cambios de humor. Son frecuentes los estados de despersonalización. Se describen aumentos en la capacidad de sugestión, de manera que cualquier asunto ordinario se percibe con toques místicos o simbolismos extraordinarios. Efectos somáticos: disminuye la memoria reciente y la capacidad de concentrarse y fijar la atención. Se produce un aumento de la dilatación pupilar (midriasis) por lo que disminuye el umbral de la percepción y las luces y colores brillantes pueden ser muy molestos. Aumenta la presión arterial y son frecuentes las taquicardias, pudiéndose producir tos gastrointestinales (náuseas, vómitos y disminución del apetito); neurológicos (enrojecimiento facial, descoordinación motora o ataxia, temblores, etc) y respiratorios (Solé, 2003).
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